miércoles, 31 de enero de 2007

EL MEJORAMIENTO DE LA MUERTE

La hermana de mi abuela era conocida en la familia por sus poderes sobrenaturales.

En verdad nunca los pudo demostrar en vida, pese a que creía interpretar el futuro con cartas o leyendo las líneas de las manos. De todos modos se le reconocía algún que otro acierto importante el cual utilizaba para reafirmar su condición cada vez que salía el tema.

Cuando yo la conocí, ella ya era bastante viejita. Desde su silla de ruedas continuaba asegurando que podía ver ángeles, conversar con difuntos, soñar el futuro y anticipar tragedias. La familia que había oído sus historias durante décadas apenas le llevaba el apunte, pero como yo vivía a dos cuadras de su casa y me encantaba escucharla hablar (siempre me gustó estar entre viejas) me pasaba muchas tardes haciéndole compañía y aprendiendo a desarrollar los poderes que según ella yo también tenía.

Sus últimos días fueron muy distintos. Casi no hablaba y había abandonando la sonrisa que la caracterizaba desde siempre. Esa semana triste la casa se llenó de hijos, primos y nietos que querían verla por última vez. Ella lo sabía perfectamente y les dedicaba palabras de aliento a cada uno sin reprocharles las escasas visitas de los últimos años.

Su cuenta regresiva estaba llegando a su fin, sin embargo dos días antes de morir se levantó de la silla de ruedas.

La encontré barriendo muy lentamente la vereda de su casa. Estaba feliz y saludaba a los vecinos, parecía recuperada de sus tantos males, era como si hubiese vuelto diez años hacia atrás.

La ayudé a entrar entre reproches porque se iba a caer y cada paso que daba parecía ser el último, pero ella se reía sin parar. Luego nos sentamos en la mesa del patio y por esa vez quiso tomar cognac en lugar del mismo té de siempre, mientras me contaba que había visto su propio velorio.

“Mi hijo Efraín no va a poder venir porque se le va a romper el auto en el sur, casi todas las mujeres van a estar vestidas de negro menos tu mamá. También va a aparecer el hermano de tu abuelo que siempre estuvo enamorado de mí y que todos creían muerto, mi hija Florencia se va a desmayar, y por supuesto va a llover mucho”

Yo le dije que se quedara tranquila porque solo había sido un sueño y que no se preocupara porque la veía mucho mejor, pero ella me dijo que estaba muy tranquila y que la veía bien porque se encontraba experimentando el mejoramiento de la muerte, que es como llaman los médicos a lo que viven casi todos los enfermos como una despedida de su cuerpo antes de rendirse.

“Y una cosa más – me dijo cuando ya la estaba ayudando a recostarse en su cama – vos vas a ser la última en verme sonreír”

Falleció en la madrugada siguiente y nadie se sorprendió.

Su hijo no pudo llegar al velorio porque chocó en Villa Regina, las mujeres asistieron vestidas de negro menos mamá que fue de gris. Apareció inesperadamente el hermano de mi abuelo al que todos creían muerto, y besó la frente de mi tía abuela con mucha tristeza sin que nadie supiera por qué. Cerca de las doce Flor se desmayó y más tarde llovió con furia.

A la mañana siguiente cuando faltaban pocos minutos para que tapasen el cajón, me acerqué para ver a mi tía abuela por última vez y me quedé un rato largo observándola y observándola, pero como ya se nos acababa el tiempo, y ella no me sonreía porque había demasiada gente alrededor, le tuve que sonreír yo.