lunes, 9 de octubre de 2006

MISTER BOLAS

Nos estábamos haciendo las turistas francesas con Caro en un barcito irlandés cuando conocimos a Mister Bolas (así se bautizó él mismo a las dos horas de charlas y de 200 pesos en cervezas).

Llegamos cerca de las dos y media de la mañana y ya en el taxi empezó la función. Caro (que es una compañera de francés relajadísima y despegada) empezó a decirme en francés que le quería succionar el pene al chofer. El tipo lo único que entendió (si es que prestó atención) fue la palabra fellatio, porque así lo dijo ella claramente para que el tipo levantara la oreja.
Desde ese momento y hasta la vuelta solo hablamos en francés.

Mister Bolas se acercó “atraído por el acento” según dijo en su penoso inglés, puso sus tres celulares en la barra junto a nosotras, el llavero con el logo de la marca de su auto, y con gestos aporteñados y de cancha pidió cervezas para él y para nosotras sin que nosotras dijéramos nada.

- ¿We are from?
- Paris – dijo Caro, pese a que yo quería decir que éramos de Montpellier
- I´m from Hollywood… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
- ...
- ¡De Palermo Hollywood! – se estuvo riendo como dos minutos de eso.

Se instaló junto a nosotras, no se iba ni con todo pago a Ibiza y era más egocéntrico que Mirtha Legrand. Enseguida se puso a hablar de que a él lo conocía todo el mundo porque siempre andaba en la noche y que conocía Brasil, pero que tenía una deuda pendiente con Europa (lo siento por Europa).

De vez en cuando saludaba a alguien de otras mesas y hacía algún comentario:

“Esta noche me como dos franchutas”
“Estas van a conocer la verdadera torre Eiffel”
“¿Sabrán hacer la media francesa? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!”

Los amigos desde las otras mesas le festejaban todo y nosotras estábamos esperando el momento de dar el golpe.

Caro y yo respondíamos todo en francés y le decíamos una aberración tras otra pero con una sonrisa. El tipo no entendía nada pero se reía, tomaba, y hablaba de él.

Cambió otros cien pesos y empezó el juego final donde trató de invitarnos a su casa en inglés.

Para ese entonces ya estaba completamente borracho y decía que se llamaba “Mister Bolas” y se reía cada vez que lo decía.

Finalmente se cansó de buscarle la vuelta al idioma y se decidió por la lengua universal, o sea los besos que cortan camino y abren intimidades.

Se me abalanzó sin miramientos como para romperme la boca entonces lo paré con un perfecto acento porteño gritandolé:

- ¡Mister Bolas! – se quedó quieto y confundido, los amigos pararon la oreja al oír mi acento y pareció que el tiempo se detuvo, entonces me empecé a reír - ¿Por qué mierda te dicen Mister Bolas?

Las carcajadas se esparcieron por todo el local empezando por los amigos, siguiendo por los chicos de la barra y finalmente por él mismo que lo tomó bastante bien.

Ya en castellano continuó con su levante pero tenía menos chance que la mala de la novela.

Cuando ya nos íbamos hizo su último intento para llevarnos y entonces nos preguntó de dónde éramos en verdad.

Caro sin mirarlo le gritó desde la puerta:

- Yo soy de Hollywood… de “Villa Crespo Hollywood”.

Y las risas se oían desde la vereda.