martes, 29 de agosto de 2006

NINGUNA PELOTUDA

La fiesta de presentación del nuevo gerente no terminó bien, pero sí empezó como Benja la había planeado o aún mejor.
Entramos detrás de él, tomadas de la mano (la pendeja resultó ser divertida y culta, y un poco puta, pero eso es mérito de los tiempos que corren y no de ella). Los miembros del consejo nos miraban con un descaro que daba gusto. Benja nos fue presentando de a uno.
Ahí empezamos a tomar champagne con la pendeja, y no paramos hasta las ocho de la mañana en la terraza de mi casa.
A mitad de la noche mientras Benja se peleaba a los gritos en la cocina con los del servicio de lunch por una pavada nosotras nos fuimos a fumar un poco de chocolate en el balcón y un rato después se nos acercaron dos hombres mayores (cerca de 70 años cada uno) que teóricamente respondían al padre de Benja y a poco de conversar de sexo y de reírnos los cuatro como locos nos ofrecieron mil doscientos pesos para las dos a cambio de cuatro horas completamente a disposición de ellos.
Yo en ese momento los hubiera besado gratis (y alguna cosa más) solo porque todo era muy absurdo y porque la verdad tenía ganas de abandonar el papel de partenere idiota que me había adjudicado Benja y que yo había aceptado antes de emborracharme y poder pensar, pero la pendeja se me adelantó y sin que se le mueva un pelo dijo claramente.
- Cinco mil las dos, bucal, vaginal, anal, con forro, nos pueden atar pero sin golpes.
Los viejos abrieron los ojos tanto que se les movieron las pelucas, luego se rieron un poco pero no se amedrentaron, ni les pareció demasiado, de todos modos comenzaron un pequeño intento de negociación y se notaba que estaban acostumbrados a hacer buenos negocios.
Sin embargo la pendeja se mantuvo firme, no bajaba ni diez pesos, fue entonces que los viejos redoblaron la apuesta de un modo muy jodido.

- Mil las dos o le contamos a Benja que se están ofreciendo de putas en su propia fiesta.

El chiste empezaba a ponerse medio violento y los viejitos tenían cara de hijos de puta.
La pendeja me miró seria, tomó la copa de champagne y se la tiró en la cara a uno de los dos y se puso a gritarle “¡Hijo de puta! ¿Te crees que soy una prostituta de mierda yo? en la propia fiesta de mi novio, sos un viejo desubicado”.
La gente nos rodeó de inmediato y Benja regresó de la cocina alertado por los gritos preguntando qué pasaba.
El padre de Benja intercedió con mucha celeridad (como si estuviera muy acostumbrado a los escándalos) nos llevó a la cocina, nos dio plata y cinco minutos después estábamos en un taxi las dos, camino a casa con tres botellas de champagne entre las piernas.

Nos fuimos a la terraza a esperar que amaneciera, muertas de risa y borrachas, hasta que en un momento la pendeja se puso de pie como podía y me dijo:

- ¿Sabés lo que pasa? Estoy harta de coger con cualquiera para que me respeten un poco

Me pareció la frase más impresionante de la semana.

-Tenés razón – le dije – no sos ninguna pelotuda.