jueves, 1 de marzo de 2007
miércoles, 21 de febrero de 2007
EL DÍA DEL CHACAL
Para ese entonces nosotros ya éramos solo dos personas que apenas se saludaban en el café donde nos reuníamos con los demás compañeros en los tiempos muertos de un horario de cursada confeccionado por el demonio.
Poco a poco Juan Cruz comenzó a comportarse de un modo esquivo, luego se lo veía menos por la facultad y finalmente abandonó la carrera. No hubo muchas repercusiones al respecto, sin embargo alguien me dijo que le había pasado algo muy raro en su vida y que por eso había tenido que dejar los estudios al igual que otras actividades paralelas.
Un día antes de subirse al avión de Iberia rumbo a España me llamó desde un teléfono público y me dijo varias cosas en forma apurada e inentendible. Solo quedó claro que vendría a mi casa en media hora para dejarme un sobre.
Diez minutos después tocó el portero y me pidió que bajase. Juan Cruz estaba bastante cambiado como si se hubiese hecho alguna operación estética en el rostro o como si hubiese crecido de un modo inesperado. Hablaba con miedo y miraba hacia los costados constantemente. Me dijo que se tenía que ir a España, que ya tendría tiempo de contarme en detalle las cosas que le pasaron, que yo era una de las pocas personas en la que confiaba y que al mismo tiempo no podrían relacionarla con él.
Y que por favor le guardara un sobre.
Se trataba de un pequeño sobre blanco que parecía contener algún papel. Le pregunté qué era lo que contenía, pero me respondió que no me lo podía decir y que por favor no lo abriera bajo ninguna circunstancia hasta que él regresara.
Se despidió pidiéndome que no le dijera a nadie que lo había visto, me agradeció nuevamente el favor, y ya cuando se iba me alcanzó a decir que siempre había estado enamorado de mí, y que las cosas podrían haber sido muy diferentes.
No lo volví a ver.
Tomé “El día del chacal” de Frederick Forsyth al azar de la biblioteca y escondí el sobre dentro de ese libro.
En las semanas siguientes a su partida aparecieron en la facultad un hombre y una mujer muy extraños preguntando por él. El hombre tenía una larga cabellera lacia y una barba que se extendía a lo largo de su pecho. Vestía una túnica blanca y sandalias de cuero. Ella en cambio usaba una solera gris y una pollera negra. Parecían dos artesanos amables y viejos que conversaban pausadamente con todo el mundo.
Alguien en algún momento les dijo que yo había sido la novia de Juan Cruz y entonces se me acercaron directamente interceptándome el paso a la salida del café.
Sus modales de pastores mutaron repentinamente en frases cortas que pedían datos concretos acerca del paradero del muchacho. Les dije que al igual que todo el mundo yo no lo veía desde que había abandonado la carrera. Pero la mujer que parecía no creerme, me tomó de la mano y me miró a los ojos fijamente como si me quisiera leer los pensamientos. Comencé a sentirme mal y me bajó la presión mientras creía que mi esfuerzo era inútil, pero sin embargo la mujer inesperadamente me soltó la mano y bajó la vista mientras le decía a su compañero: “Ésta no sabe nada, vamos”
Volví a casa con miedo, mirando hacia atrás cada diez pasos y haciendo un camino en zigzag bajo la lluvia.
Nadie jamás recordó esta anécdota, ni tampoco a Juan Cruz, ni mucho menos a la oscura pareja que lo buscaba.
Dos años después me mudé de casa y los libros fueron a parar a varias cajas, pasaron de mano en mano de la gente que me ayudó a empacar, y finalmente volvieron a ser acomodados en la nueva biblioteca casi tres semanas después, recién cuando terminé de pintar y de refaccionar a mi actual hogar.
El sábado pasado mientras ordenaba fotos viejas encontré una en la que estamos abrazados con Juan Cruz en un cumpleaños mío y repentinamente un mal presentimiento se instaló en la boca de mi estómago al ver su sonrisa en la fotografía.
Me levanté de inmediato y fui hasta la biblioteca. Busqué “El día del chacal” inútilmente por todas partes. Hasta corrí la biblioteca por si había caído detrás. Pero no estaba. Lo busqué en los cajones, en las otras repisas, en las cajas que guardo con cosas para tirar algún día, en el piso oscuro del placard entre los zapatos muertos, en las carteras viejas donde guardo mis ahorros, entre las revistas viejas del cable y entre los apuntes de la carrera. El libro no estaba. Alguien lo había llevado en algún momento de estos cinco años.
El domingo al mediodía papá hizo su asado de rutina y apenas llegué a casa de mis viejos me puse a buscar como una loca el libro perdido.
Mamá apareció de pronto y viéndome en ese estado me preguntó qué me pasaba.
Le dije que buscaba un libro llamado “El día del chacal”, entonces ella puso cara de hacer memoria y luego seriamente me respondió.
- Ah si, lo saqué de tu casa hace mucho y se lo presté a mi amiga Mariel, no creo que te lo devuelva porque al poco tiempo se fue del país de un día para el otro y nadie supo por qué.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 21.2.07
lunes, 12 de febrero de 2007
LOS PLANES DE DIOS
Hace unos días, por causas que revelaré al final de este texto, recordé de punta a punta la historia de Fernando, un ex amigo mío, que de paseo por Entre Ríos en busca de unas vacaciones diferentes y renovadoras que lo hicieran olvidar de un amor repentinamente traicionero, se enamoró de una de esas mujeres hermosas que pasean sus dotes y sus bailes por los circuitos del carnaval de Gualeguaychú.
La chica en cuestión se llamaba Mara, y era una morocha de mediana altura con flequillo recto, ojos verdes y un cuerpo precioso con quien Fernando vivió un amorío de tres noches de corsódromo, hotel y lentejuelas.
Al término de la cuarta jornada ella prometió visitarlo pronto en Buenos Aires y él se despidió desde la ventanilla del Chevallier con una sonrisa mientras agitaba la bandeja con alfajores y sanguchitos que recién le habían entregado.
Nunca más tuvo noticias de ella.
Durante los primeros días posteriores a su regreso de Entre Ríos, Fernando nos hablaba a sus amigos constantemente sobre Mara y su belleza. Nos aseguraba haber encontrado al amor de su vida y que todo (incluyendo la traición de su viejo amor) había sido un plan de Dios para que conociera a esta entrerriana que lo había deslumbrado por completo.
Al principio esperó su llamado ilusionado y confiado, pero con el correr de las semanas su esperanza fue mermando al punto de la depresión. Los amigos estuvimos a su lado.
Ese otoño decidió regresar a Gualeguaychú para rastrearla, sin embargo no supo obtener ningún dato de la mujer, ni en ése, ni en los otros viajes que realizó, incluyendo el de las vacaciones siguientes que dilapidó absolutamente atento a todas las comparsas sin Mara.
Dos o tres años después dejó de viajar a Entre Ríos y comenzó a olvidarse de ella a fuerza de veranear en Mar del Plata con una rubia bajita de Lanús que usaba aparatos en los dientes y con la que se casó a poco de quedar embarazada por primera vez.
Fue por ese tiempo que nos dejamos de ver. Su nueva mujer comenzó lentamente a alejarlo de sus viejos amigos y al poco tiempo (supe por extraños) se quedó sin amigos.
El sábado pasado me invitaron a la inauguración de un boliche en la zona Norte que regentea el marido de una amiga de mi mamá y que quería que yo lo ayudara para que todo estuviera impecable en el debut. Acomodé sillas, seleccioné música, probé cócteles y ayudé a cambiar a las mozas y promotoras.
A mitad de la noche una de ellas se torció un tobillo bajando las escaleras y cayó con la bandeja golpeándose el mentón contra el suelo. Inmediatamente la acompañé a la parte de atrás de la cocina para auxiliarla, y fue durante ese trayecto que me contó que se llamaba Mara, que era de Entre Ríos, que éste era su primer trabajo en Buenos Aires y que no lo quería perder a pesar de su accidente.
En ese momento recordé a Fernando y a sus antiguas descripciones coincidiendo con el rostro de la mujer que sostenía una servilleta con hielo contra su cara.
Le dije que se quedara tranquila porque no iba a perder el trabajo, luego la noche continuó y nos despedimos tres horas después con un beso, un agradecimiento y los teléfonos intercambiados por cualquier cosa.
Entonces llegó la parte en que se cumplió la profecía de Fernando en la que aseguraba que todo era una obra de Dios para que ellos dos se conocieran, ya que apenas salí del boliche esa misma madrugada en busca de un taxi, me crucé con él después de cuatro años, feliz de volver a verme y ofreciéndose a llevarme hasta mi casa.
A escasos treinta metros nuestro quedaba Mara cambiándose con las demás promotoras.
Estuvimos todo el trayecto conversando con Fernando acerca de la vida, de sus hijos, de su mujer y también de mis cosas.
Me dejó en la puerta y se despidió tocando bocina con una sonrisa.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 12.2.07
miércoles, 31 de enero de 2007
EL MEJORAMIENTO DE LA MUERTE
La hermana de mi abuela era conocida en la familia por sus poderes sobrenaturales.
En verdad nunca los pudo demostrar en vida, pese a que creía interpretar el futuro con cartas o leyendo las líneas de las manos. De todos modos se le reconocía algún que otro acierto importante el cual utilizaba para reafirmar su condición cada vez que salía el tema.
Cuando yo la conocí, ella ya era bastante viejita. Desde su silla de ruedas continuaba asegurando que podía ver ángeles, conversar con difuntos, soñar el futuro y anticipar tragedias. La familia que había oído sus historias durante décadas apenas le llevaba el apunte, pero como yo vivía a dos cuadras de su casa y me encantaba escucharla hablar (siempre me gustó estar entre viejas) me pasaba muchas tardes haciéndole compañía y aprendiendo a desarrollar los poderes que según ella yo también tenía.
Sus últimos días fueron muy distintos. Casi no hablaba y había abandonando la sonrisa que la caracterizaba desde siempre. Esa semana triste la casa se llenó de hijos, primos y nietos que querían verla por última vez. Ella lo sabía perfectamente y les dedicaba palabras de aliento a cada uno sin reprocharles las escasas visitas de los últimos años.
Su cuenta regresiva estaba llegando a su fin, sin embargo dos días antes de morir se levantó de la silla de ruedas.
La encontré barriendo muy lentamente la vereda de su casa. Estaba feliz y saludaba a los vecinos, parecía recuperada de sus tantos males, era como si hubiese vuelto diez años hacia atrás.
La ayudé a entrar entre reproches porque se iba a caer y cada paso que daba parecía ser el último, pero ella se reía sin parar. Luego nos sentamos en la mesa del patio y por esa vez quiso tomar cognac en lugar del mismo té de siempre, mientras me contaba que había visto su propio velorio.
“Mi hijo Efraín no va a poder venir porque se le va a romper el auto en el sur, casi todas las mujeres van a estar vestidas de negro menos tu mamá. También va a aparecer el hermano de tu abuelo que siempre estuvo enamorado de mí y que todos creían muerto, mi hija Florencia se va a desmayar, y por supuesto va a llover mucho”
Yo le dije que se quedara tranquila porque solo había sido un sueño y que no se preocupara porque la veía mucho mejor, pero ella me dijo que estaba muy tranquila y que la veía bien porque se encontraba experimentando el mejoramiento de la muerte, que es como llaman los médicos a lo que viven casi todos los enfermos como una despedida de su cuerpo antes de rendirse.
“Y una cosa más – me dijo cuando ya la estaba ayudando a recostarse en su cama – vos vas a ser la última en verme sonreír”
Falleció en la madrugada siguiente y nadie se sorprendió.
Su hijo no pudo llegar al velorio porque chocó en Villa Regina, las mujeres asistieron vestidas de negro menos mamá que fue de gris. Apareció inesperadamente el hermano de mi abuelo al que todos creían muerto, y besó la frente de mi tía abuela con mucha tristeza sin que nadie supiera por qué. Cerca de las doce Flor se desmayó y más tarde llovió con furia.
A la mañana siguiente cuando faltaban pocos minutos para que tapasen el cajón, me acerqué para ver a mi tía abuela por última vez y me quedé un rato largo observándola y observándola, pero como ya se nos acababa el tiempo, y ella no me sonreía porque había demasiada gente alrededor, le tuve que sonreír yo.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 31.1.07
jueves, 18 de enero de 2007
LAS MARILYNAS NEGRAS
Parecía que todo lo que estaba pasando era un preámbulo necesario pero triste a la espera de los verdaderos acontecimientos, o sea: La llegada de Guille desde Barcelona con unas inéditas y misteriosas pastillas llamadas Marilynas Negras.
Las paredes del piso en Barrio River se tambaleaban a la par de un Hip Hop pegajoso y a todo volumen. El ritual de ir a las heladeras y elegir entre tantas botellas mezclaba a los cuerpos transpirados y apenas vestidos con papel de regalo. En el balcón más grande, porque en el otro estaba el dueño de casa con la novia de su padre, se conversaba acerca de las escasas posibilidades que Guille tenía de pasar las pastillas por la aduana de Ezeiza.
Minutos más tarde un llamado al celular del César logró el silencio de todos y enseguida su sonrisa al cortar frunció los corazones de la mayoría, el mío no, porque no tengo. “Está en un taxi a diez cuadras de acá” dijo eufórico y todos comenzaron a bailar sobre los muebles.
El mundo entero quería bajar a abrirle. Al verlo entrar lo abrazaron tanto que parecía que venía de una guerra en la que había muerto. No tuvo tiempo de servirse un trago porque el interrogatorio sobre las Marilynas le hizo bucear en la falsa pared de un atado de Marlboro Box donde dormían las negras más famosas del Hollywood.
Enseguida parecieron pocas al compararlas con la cantidad que éramos en el cumpleaños, sin embargo cuando Guille sacó siete atados más de cigarrillos de su bolso César se arrodilló delante de él y le besó el miembro sobre su pantalón. “Mi fiesta dependía de vos” le dijo mirándolo desde abajo como un esclavo.
Minutos después, y tras un ritual Barcelonés que consistía en una pequeña oración pagana, Guille puso en cada palma abierta una pastilla negra con forma de corazón.
“Cada cual sabe a lo que se expone, las Marilynas buscan la esencia de cada persona y la potencia hasta lo inimaginable convirtiéndola en el motor principal por encima del cerebro y el corazón. Están todos avisados.”
La tomé sin pensar y la bajé con ron. Desde entonces no recuerdo nada.
Esto lo estoy escribiendo una semana después del cumpleaños de Guille, tengo el pelo teñido, marcas en el cuerpo, sellado el pasaporte y la sensación de haber matado a alguien con las manos.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 18.1.07
lunes, 8 de enero de 2007
LOS VERANOS DE EMA
La familia de Doña Ema se había mudado al barrio en 1965 provenientes de algún lugar de la Provincia de Buenos Aires que ahora no recuerdo. Pronto fueron aceptados y queridos por toda la barriada, incluyendo a mis padres con los que llegaron a compartir más de una navidad y hasta algunas vacaciones en las Toninas.
En esa época la mesa del comedor de los vecinos estaba compuesta por Doña Ema y su marido, dos hijas, dos hijos y un suegro viejo que pasaba las tardes en la vereda.
La primera tragedia ocurrió en enero de 1967 cuando un colectivo fuera de control subió a la vereda y arrolló al suegro matándolo de inmediato.
Tres veranos después el hijo mayor de Ema murió ahogado durante una sudestada que arrasó a su bote mientras pescaba.
Ema ya no fue la misma. Pronto se fueron apagando los contactos con los demás y ella casi ni salía de su casa.
Corría noviembre de 1977 cuando su marido falleció inesperadamente de pancreatitis en muy pocos días.
La casa vecina se tiñó de sombras y sus habitantes se volvieron fantasmas ausentes que apenas saludaban al pasar sin levantar la vista del suelo para evitar preguntas o palabras de circunstancias.
Pasaron algunos años sin desdichas, los hijos mayores se casaron y solo Ema quedó en esa casa envejeciendo junto a su hija menor.
Sin embargo, otra vez durante un verano, en 1986, en un choque frontal contra un camión de camino a Mar del Plata se mataron su hijo mayor, su nuera y su pequeño nieto.
Ema estuvo internada casi dos años en un hospital donde era medicada día tras día absolutamente despegada de la realidad.
La casa vecina comenzó a derrumbarse en silencio y sin moverse apenas sostenida por las telarañas.
Cada verano todos en el barrio esperaban la mala noticia, de madrugada y por teléfono. Sin embargo no ocurrió ninguna por muchos años a menos que se cuenten muertes de mascotas jóvenes, principios de incendios o recurrentes robos.
Un día, Gladis, la hija menor de Doña Ema me contó que su familia tenía una maldición por algo que había ocurrido en 1964 y que los había hecho emigrar hacia Capital Federal.
No le pregunté, y tampoco me lo dijo.
Ayer doña Ema murió de un infarto mientras barría la vereda en el mismo sitio que había sido atropellado su suegro 40 años antes, el mismo día y a la misma hora.
Hablé mucho con Gladis durante el velorio de su madre. Se la notaba entera y mucho más tranquila de lo esperado. En un momento cerró los ojos y luego los abrió aliviada mientras me decía: Ya está, ya se terminó.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 8.1.07
domingo, 31 de diciembre de 2006
¡FELIZ 2007!
En ese momento pensé que se trataba de un error aunque hubiera algo en esas líneas cordiales que no me resultaba absolutamente ajeno; algo tan imperceptible como cuando alguien muy querido pronuncia nuestro nombre y entonces uno por un momento se convierte en quien debe ser.
Archivé la carta en el cajón de las cartas archivadas y cuando ya había comenzado a olvidar el tema, me refiero a no pensar en ello más de una vez por día, llegó el segundo aviso.
Esta vez la suscribía otra persona desconocida para mí, pero que me trataba con el mismo tono amistoso que la anterior. Me llamaba por mi nombre y hasta en algún renglón lo hacía por un apodo transformado que solo mis más allegados de vez en cuando usaban en forma casual para nombrarme.
La segunda carta me contaba que mucho de lo bueno que estaba pasando en el año tenía que ver con el comienzo del mismo en el cual yo había tenido una participación fundamental e inspiradora. Al mismo tiempo agregaba que este año nada iba a ser dejado a la improvisación, porque ya tenían arreglado el lugar de los festejos, el catering y también la lista de personas que iban a asistir, que sin lugar a dudas superarían en diez veces a las de la última fiesta.
Se despedía enviándome un fuerte abrazo y haciéndome saber que muy ansiosamente muchas personas estaban esperando que llegara el primero de enero para poder verme realizar lo que había hecho el año pasado para unos pocos y que por fin ahora tendría el público que me merecía.
Esta vez me costó mucho más archivar la carta, tanto que decidí buscar la otra y cotejarlas.
Ambas habían llegado en sobres cerrados, firmadas solamente con nombres sin apellidos (como si se tratase de alguien conocido) y arrojadas por debajo de mi puerta. Las dos cartas contenían un tono afable pero vehemente y poderoso, pero sin dudas por algunos giros semánticos no se trataba de la misma persona. Las tuve unos días en un mueble cercano a la mesa del comedor y hasta se las mostré a algunos amigos y familiares que habían compartido conmigo la fiesta del fin de año pasado.
Lo más curioso comenzó a suceder cuando les pregunté qué era lo que había pasado en aquella fiesta del 31 de diciembre y todos más o menos en forma parecida, sostenían que tomamos demasiado, que yo misma estaba irreconocible y que me resultaba muy difícil sostenerme en pié, pero que aproximadamente a las dos de la mañana del primero de enero, salí a la vereda de mi casa para tomar un poco de aire y que no regresé hasta el otro día al mediodía.
En aquel momento mis amigos y familiares apenas se percataron de mi ausencia y supusieron que había ido hacia otra fiesta, pero ahora, que habían empezado a llegar estas cartas, me preguntaban dónde había estado con insistente curiosidad.
Ahí comenzaron los problemas, porque yo no tenía idea de dónde había estado, y ni siquiera recordaba haberme ido de la compañía de mis amigos y familiares.
A mediados de Octubre las cartas se multiplicaron, cada mañana mi puerta amanecía con dos o tres y hasta cuatro cartas lanzadas por debajo, y en otros casos por manos de mensajeros. Cientos de personas me agradecían el espectáculo del año pasado y me decían que este año llevarían a otros amigos que necesitaban algo como lo que yo les había mostrado para empezar el año con fuerzas.
Casi todos coincidían en que los frutos positivos de estos meses sin dudas habían tenido que ver con lo protagonizado por mí en aquella fiesta y que contaban con la absoluta certeza de que este año todo iba a ser más organizado para evitar que alguno se perdiera mi actuación.
Otras cartas eran de personas que juraban no poder dormir esperando ese día, pese a que el año pasado no estuvieron para verme y que se habían enterado después.
Muchos me decían que tenían grandes planes para el año próximo y que estaban seguros que si yo lo inauguraba como al último, todas esas metas podrían concretarse con más facilidad.
El 8 de diciembre me llegó la invitación formal. Era un sobre lacrado, que al principio confundí con otra de esas misteriosas cartas, y que contenía un mensaje de tinta negra sobre papel madera donde muy formalmente se me invitaba a realizar una actuación similar a la del año pasado, a las dos treinta de la mañana y en el mismo lugar. También agregaban que este año el pago sería de cincuenta mil pesos, suma que incluía a los cinco mil que me había negado a cobrar tras la actuación del año anterior.
La firmaba un tal Gregorio Dante Adesky y en la post data se me indicaba que a al igual que en la otra oportunidad me pasarían a buscar con absoluta puntualidad otra vez por la puerta de la casa donde yo me encontraba el anterior primero de enero.
Desde el día que recibí la invitación, hasta ese 31 de diciembre, no dejaron de llegar cartas anónimas de aliento, de amor y de agradecimiento.
Les pregunté a todos mis conocidos si alguno recordaba haberme visto en alguna fiesta o si de casualidad alguien me había acompañado a algún lugar después de las dos de la mañana, pero todos dijeron que no.
Los días pasaron y la fecha de mi actuación se acercaba a gran velocidad. Durante ese lapso de tiempo tuve varias intenciones cruzadas, a veces sentía que tenía que llamar a la policía y contarles todo, otras veces estaba segura de que se trataba de una gran broma ideada por algún amigo o tal vez por el gobierno, sin embargo otras veces comprendía que era verdad, que algo había hecho yo aquella noche, algo que estaba escrito en alguna parte de mí, algo de lo que solo mi corazón guardaba registro, ahí donde uno al querer recordar abre las puertas equivocadas.
El 31 de diciembre me levanté temprano, miré bajo la puerta y leí la última carta en llegar. Era de una tal Paula, que decía tener ocho años, que me deseaba mucha suerte para esa madrugada y que iba a estrenar un vestido que le habían regalado en Navidad específicamente para la noche de mi actuación. También me escribía que ya había elegido las promesas para el próximo año y que no tenía ninguna duda de que si todo salía como le contaron sus abuelos, este año se le cumplirían todos los deseos al igual que a ellos.
Luego de desayunar caminé un poco por el barrio, saludando a los vecinos y confundiéndome con el paisaje para sentirme fuera, o tal vez dentro, de cualquier secreto conocido o desconocido por todos.
Al mediodía almorcé en forma liviana porque hacía mucho calor y mientras encendía un cigarrillo me quedé haciendo un balance del año, de un año como cualquier otro, sin triunfos, sin metas cumplidas, pero al mismo tiempo sin tragedias, sin desesperación, sin poder de dejar de fumar.
Esa tarde recibí la visita de algunos amigas que estaban al corriente de la extraña situación y me preguntaban si necesitaba que me acompañaran y al mismo tiempo querían saber qué era lo que iba a hacer.
Y yo les decía la verdad. Y la verdad era que todavía no lo había decidido. Entonces se iban confundidas, pero deseándome suerte.
Cerca de las ocho de la noche comencé a elegir la ropa tratando inconscientemente de estar lo mejor posible, tanto me propuse estar bien que ni siquiera acepté compartir algunas copas tempraneras.
Durante la cena me mantuve seria, casi sin hablar y negándome a tomar alcohol, salvo a las doce en punto en que todo el mundo alzó las copas y brindamos por un año mejor.
Mis familiares, absolutamente enterados de mi realidad, me observaban y controlaban insistentemente el reloj esperando las dos de la mañana con más ansiedad que con la que habían esperado las doce.
El teléfono comenzó a sonar sin pausa, eran amigos que llamaban para saludar y al mismo tiempo para enterarse de cómo iban las cosas.
Cuando solo faltaba un minuto para las dos de la mañana, les dije a todos en voz alta que saldría a tomar un poco de aire a la vereda. Detrás de mí salieron todos. También estaban los vecinos y los amigos, éramos muchos en la vereda y todos me observaban.
La música fuerte salía de todas las casas abiertas confundiéndose con los gritos de los niños y las bombas de estruendo que saludaban al Año Nuevo. Caminé hasta el borde de la vereda y no tardé mucho en reconocer al auto negro que lento y puntual se acercaba hacia mí.
Todos rodearon al coche en cuanto se detuvo y también al hombre y a la mujer que salieron de él y que tras saludarme con cortesía, llamándome por mi nombre, me invitaron a subir.
Me despedí de todos diciéndoles que no se preocuparan, mintiéndoles que me había acordado lo que había sucedido el año anterior y que todo estaría bien. Un minuto después comenzamos el viaje.
Durante el trayecto solo me hablaron de lo impactante de mi actuación y de lo importante que había sido para darle fuerzas a todo el mundo en un año duro.
Les agradecí los elogios, acepté una copa de champagne, encendí un cigarrillo y veinte minutos después arribamos a nuestro destino.
Se trataba de una casa enorme que tenía un jardín adelante. Afuera había muchísimos autos estacionados en la cuadra y desde adentro se oían cientos de voces y música.
En cuanto ingresamos se escuchó un aplauso cerrado y un griterío conmovedor, la gente se estiraba para tocarme al andar y todos me agradecían y me deseaban suerte.
Cuando por fin estuve en el escenario, se hizo un silencio tan impactante que hasta dejaba oír los latidos de toda esa multitud. Fue entonces cuando respiré profundamente y acepté preguntarle de una vez por todas a uno de los hombres que estaba más cerca de mí, qué era lo que yo había hecho el año pasado.
El hombre se puso serio, observó a la callada multitud y luego mirándome fijamente a los ojos me respondió sin dudar:
“Señorita, usted el año pasado... levitó” y tras escuchar esta respuesta todos rompieron a reír a carcajadas.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 31.12.06
domingo, 24 de diciembre de 2006
BORRACHA CONTANDO HISTORIAS
Fue hace cinco veranos que cambié el turrón blando por las drogas duras; las lágrimas de los abuelos muertos por una mueca de risa que solo se borraba a golpes de la cara contra la paredes; cambié la radio con el locutor embriagado diciendo los segundos que faltan por un conteo a cientos de voces con ügre voon chids al palo; cambié los deseos de un buen año por deseos de cumplimiento efectivo media hora después a orillas del mar a la luz de los fuegos artificiales sobre las olas nocturnas; cambié mi vestido blanco y mi bombacha rosa de todos los años por una bikini fucsia con pareo y un sombrero de Sara Key.
A la mañana siguiente su espalda desnuda y enorme marcaba territorio sobre la cama, mientras una arena fina habitante de su melena rubia estallaba contra nuestra almohada doblada por el amor.
Me levanté cerca del mediodía y desayuné sola dos o tres cosas de las cien que pusieron sobre la mesa mientras miraba por el ventanal como se nublaba.
Fue un año malo.
Pero fue el último año malo.
Escribo estas líneas mientras mi madre le pone nombre a los regalos y alguien me alcanza una cerveza helada pidiéndome que deje de escribir y que salga al patio para que les cuente mis historias, un adelanto de lo que contaré con detalles luego de las dos como hago siempre, sentada en el césped, borracha de alegría, mientras los amigos van llegando.
Felices fiestas, gracias por visitar mi casa.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 24.12.06
martes, 12 de diciembre de 2006
FESTIVAL DE VIÑA DEL MAR GENOCIDA
Recuerdo que paramos en un hotel famoso cercano al escenario y durante toda esa tarde previa al show más importante se hablaba de la posible asistencia del genocida Augusto Pinochet.
Mucha gente estaba contenta y otros habían prometido secretamente que si ese asesino aparecía harían todo lo posible para que todo fallase en el show, desde la luces hasta el sonido, a modo de protesta.
Alertados sobre esta idea los organizadores y patrocinadores reunieron a todo el mundo y avisaron que el que llegaba a atentar contra el festival no solo no iba a cobrar, sino que además sería detenido por los carabineros.
Todos regresaron de la reunión con la cabeza baja y las miradas altas.
Esa noche no asistió Pinochet pero ocurrieron irremediables problemas con las luces y con el sonido.
No hubo detenidos auque sí muchos no cobraron las tres jornadas de trabajo.
Yo conté todo esto en mi crónica en lugar de hablar de la parte musical y en el suplemento me rechazaron el trabajo por “inadecuado”
Ahora lo cuento mientras destapo el champagne que esperó tantos años.
¡Salud!
Besos a todos.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 12.12.06
jueves, 30 de noviembre de 2006
lunes, 27 de noviembre de 2006
EL ADMIRADOR SECRETO
Poco menos de un año y medio antes yo había recibido su primer regalo. Era una flor y una tarjeta que decía algo así como que yo era la mujer más hermosa y más dulce que había conocido, que él me iba a cuidar, y nada más.
Me la había dejado sobre el bolso en el gimnasio en el cual yo hacía natación por esa época.
Durante algunos días estuve bastante interesada en saber su identidad, y mis sospechas se enfocaron prontamente en la gente equivocada.
Por otra parte tenía la certeza de que debía ser alguien del gimnasio, sin embargo el segundo regalo, otra vez una flor y una tarjeta, me la dejaron en la recepción de la Alianza Francesa. Eso ya empezó a asustarme porque era alguien que conocía bastante bien mis movimientos.
Esos días estuve bastante paranoica y hasta hice algunos llamados telefónicos desafortunados a gente que no estaba ni enterada de la situación.
Una semana después en el buzón del edificio encontré una carta donde nuevamente me decía que yo era lo más hermoso que había visto en su vida, y que no podía quitarme de su mente, ni de su corazón.
Esa vez sentí miedo realmente. No quería salir de casa, empecé a cerrar las ventanas, todos los ruidos me sobresaltaban y buscaba excusas para que la gente me acompañara a todas partes. Al final se lo comenté a mi familia quienes se preocuparon mucho más de la cuenta y hasta hablaron de hacer la denuncia.
Yo les dije que no, que todavía no era necesario porque no me había hecho nada.
Sin embargo unos días después hallé bajo la puerta de mi departamento otra carta donde me decía que cada vez estábamos más cerca y que no tenía que tenerle miedo porque él me iba a proteger para siempre.
Mi papá hizo la denuncia. La policía me pidió las cartas (nunca me las devolvieron) y me dijeron que no había ningún delito.
Lo peor ocurrió semanas después cuando apareció una caja en el balcón de mi departamento con un conjuntito de ropa interior rojo y otra carta hablando de que no tendría que haberle avisado a la policía porque lo único que él quería era estar conmigo, criar una familia, y hacer el amor todas las noches.
Me mudé a la casa de mis padres y casi dejé de salir a la calle excepto en el auto y con mi papá.
Hace hoy justamente un año que mientras vaciaba los bolsillos del pantalón que tenía puesto para colocarlo en el lavarropas encontré su última carta. Esa no la entregué a la policía y desde entonces la conservo.
A la mañana siguiente regresé a mi casa y efectivamente nunca más supe nada de él.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 27.11.06
lunes, 20 de noviembre de 2006
UTOPÍA
Es difícil distinguir las señales de los accidentes.
Se acabó el baño de sales y comenzó una serie de intentos por secar el mp3 a contratiempo. En un momento casi lo meto en el microondas. Mi viejo con el auto estaba en camino cuando absolutamente resignada comencé a buscar al viejo walkman sin pilas abandonado desde hacía mucho tiempo en un cajón, y a algún casete que hubiese sobrevivido al tiempo, a las mudanzas y al progreso.
El único que encontré fue Utopía de Serrat. Compré pilas en la terminal (las pagué tres veces más), me despedí de mi viejo y sus consejos, apoyé la cabeza en la ventanilla y me hundí en Utopía con el play automático al terminar la cinta unas diez mil veces.
Todavía no había ocurrido lo maravilloso.
Con el correr de los kilómetros me convencí de que no era casual que el disco se llamase Utopía y que haya sido el único sobreviviente de una larga colección de casetes que heredó mi hermano.
Llegamos a Bariloche a las nueve de la mañana, faltaban cinco horas para el segundo micro hacia Villa. Decidí recorrer el Centro Cívico y almorzar algo liviano por ahí.
De pronto la gente entró en un murmullo general, el mozo se sonrió dejándome de prestar atención, y todos miraron hacia la puerta de entrada del local donde una pareja de gente mayor ingresaba entre sonrisas y aplausos.
La mujer me era absolutamente desconocida, pero el hombre no.
Esperé a que el furor pasara con el corazón demasiado acelerado, hasta que me levanté de mi silla y me acerqué a ellos.
Saludé a ella con mucho respeto, le di un beso a él con mucha alegría, puse play y le acerqué los auriculares.
El hombre se comenzó a reír y le pasó los auriculares a su mujer.
- No te vas a quedar ahí parada, vente con nosotros. – me dijo con su acento catalán.
El resto del mejor almuerzo que he tenido en muchos años lo pasé en la mesa de Serrat y su esposa que estaban de paseo por el sur argentino sin que nadie lo supiera.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 20.11.06
viernes, 10 de noviembre de 2006
LA CORAZONADA
No es que se hayan adelantado mis vacaciones, de hecho estoy más complicada que nunca con los horarios, pero siento que estas cosas son las que definen quién querés ser en la vida.
Viajo por una corazonada. Y porque queda poco tiempo.
El motivo del viaje es el de encontrar a una anciana (muy similar a mi abuela muerta antes de que yo naciera) con la cual sueño insistentemente hace casi un mes.
En los sueños ella me dice que no le queda mucho tiempo, que vive en Villa La Angostura y que la vaya a ver porque me quiere conocer y porque tiene algo muy importante que contarme.
Cuando por sexta o séptima vez soñé con ella tuve algunas certezas y algunas dudas.
La certeza: Que no era casual esa repetición de la misma secuencia onírica y que algo estaba pasando ahí.
La duda: Que tal vez lo había soñado una sola vez y lo que se me repetía en verdad cada mañana era el recuerdo de ese sueño.
Buscando fotos en casa de la abuela Vicenza (madre de mi madre) encontré apenas dos o tres fotografías que hacía mucho tiempo que no veía y que sin embargo eran las mismas que se encontraban en casa desde siempre. Estaba más joven de lo que yo la recordaba, y en alguna teníamos ahora la misma edad, no sé por qué yo tenía solo ésas.
Llamé a mamá y le dije que quería ver todas las demás fotos de la abuela y que iba a pasar por allá a buscarlas.
Mi repentino interés por la figura de la abuela generó algunas cuántas preguntas de mamá y del resto de la familia, entonces los junté a todos (para contarlo una sola vez) y les relaté el sueño recurrente: “Una anciana parecida a la abuela Vicenza pero con más edad que la que tenía la abuela al morir, me dice que le queda poco tiempo, que tiene algo muy importante que contarme y que la vaya a ver a Villa la Angostura”
Cuando dije Villa la Angostura mamá se puso pálida y luego comenzó a llorar. Nadie entendía nada hasta que entre sollozos nos explicó que la abuela unos días antes de morir estaba planeando un viaje a Villa La Angostura con otras dos viudas amigas de ella.
En ese momento decidí mi viaje. Decidí quién quería ser en la vida.
Y no tuve más dudas cuando mamá me dijo que el 14 de noviembre es el aniversario de su muerte y que hoy es 10.
“Claro, le queda poco tiempo” pensé.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 10.11.06
viernes, 3 de noviembre de 2006
EL REGALO MÁS EXTRAÑO DE MI VIDA
Alguien que me debía un favor MUY pero MUY grande, de ésos que uno luego se arrepiente de haber hecho, y me mandó un mensaje de texto cerca del mediodía:
“nunca voy a terminar de darte las gracias. ya está en camino tu regalo, reina, que lo disfrutes, te lo merecés”
Hasta ese momento no tenía ni idea de qué se trataba, sin embargo haciendo algunas revisiones sobre mis conversaciones con él, recordé que alguna vez yo había deslizado un obvio interés por un carrevitón.
La lista de regalos que me habían hecho desde que cumplí los quince años, acompañados por los nombres de los obsequiadores y lo que me pidieron o insinuaron a cambio estaba a punto de dar su vuelco más importante en los últimos años de sequía.
Estuve intranquila toda la tarde, iba de una punta a la otra de mi casa, no podía creer que alguien fuera capaz de regalarme un carrevitón, justo a mí, justo a mí que nunca estuve en el cuadro de honor de nada que fuera meritorio.
El timbre sonó cerca de las seis de la tarde, volé por las escaleras (el ascensor no funciona desde hace tres interminables días) firmé la planilla del muchacho, tomé el regalo y subí con la caja escalón por escalón con la sonrisa más grande del planeta.
Cerré la puerta con el talón y coloqué la caja sobre la mesa. Para no perder ni un detalle del carrevitón al desenvolverlo me subí a una silla y desde ahí comencé con la dulce tarea.
No aguanté la ansiedad y a los pocos segundos rompí el moño, el papel regalo y por último la caja hasta descubrir mi carrevitón y convertirlo en el centro de todas las miradas del universo, casi me caigo de la silla, casi se me paraliza el corazón, casi no lograba respirar. Era la primera vez que sí o sí necesitaba fumar desde que había dejado. Pero no.
Al principio tuve un poco de miedo, era de los mechados, un carrevitón mechado, el mundo me pertenecía y yo siempre tuve celos de dios.
No sabía ni cómo empezar. Lo primero que cualquiera haría en mi lugar sería apagar la luz y colocarlo en el suelo para tirarle agua o soplarlo. Pero no, yo no soy de ésas (aunque reconozco que fue lo primero que se me cruzó por el flequillo ¡Ja!) YO PUSE MÚSICA.
Las primeras seis o siete horas pasaron tan rápido que solo parecían minutos. Si alguien me prometía que el resto de mi vida iba a ser así yo hubiera aceptado de inmediato sin medir consecuencias.
Mientras escribo estas líneas tengo al carrevitón junto al monitor, solo deseo terminar este post para apagar la luz y fingir que quiero dormir, y tal vez tirarle un poco de agua.
Estoy tan feliz, tan feliz que casi no me importa el miedo.
Hasta mañana.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 3.11.06
lunes, 30 de octubre de 2006
COGIENDO COMO BESTIAS FELICES
Los domingos cerca de las siete de la tarde la visita un señor mayor (supongo que su esposa debe tener reunión fija con sus amigas de Pilar todos los domingos).
La vecina enciende velas, prepara tragos, pone música, a veces se disfraza un poco apurada delante del espejo unos minutos antes de que él llegue y un rato después se dedican a fornicar.
Yo apago la luz de mi casa, me siento en la alfombra con mi cámara y los espío o les saco fotos.
Anoche me vieron.
Me quedé petrificada corriendo la mirada a un punto fijo en la pared del edificio como si estuviera meditando y bajé la cámara, era inútil.
Lo segundo que pensé fue en levantarme y continuar con mi vida olvidándome que había dos personas fornicando a veinte metros de mis ojos en línea recta mientras yo me apoyo en la puerta abierta de la heladera sin saber qué quiero de mi vida.
Pero también era inútil.
El juego de inmediato se planteó sin abandono. Ellos en lugar de correrse de la ventana o talonearse con la cortina, comenzaron a reírse y acercándose a mí lo más que pudieron comenzaron a coger como bestias felices.
Duró casi una hora esa orgía desigual y a distancia con abismo por el medio entre poses dedicadas y miradas certeras en el fuera de foco de tantos metros.
Cuando acabaron sin dejar de mirarme, se vistieron, se empezaron a reír y dejando la luz prendida salieron del departamento.
Tres minutos después sonó el portero eléctrico de casa.
No atendí. Me quedé con culpa sentada en el suelo con las rodillas en el pecho. Tampoco atendí cuando volvió a sonar insistentemente, ni tampoco la tercera vez.
Hoy a la mañana me llamó mi amiga Caro.
- ¿Dónde estabas anoche? boluda, pasé por tu casa y no había nadie.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 30.10.06
martes, 24 de octubre de 2006
69 CUENTOS
Tenía hasta hoy, 24 de octubre, para entregar a P los textos casi finales para su aprobación, por lo tanto hasta ayer a la noche corregí los setenta cuentos tantas veces que al llegar el límite de tiempo establecido solo me gustaba el último que había escrito.
Un pequeño relato llamado “Los puntos de vista perdidos”
Lo imprimí, lo puse en una carpeta, me bañé, fumé un par de secas y llegué puntual esta mañana a la reunión con el editor que me coge, bueno no es eso literal sino más bien metafórico.
El tipo esperaba setenta cuentos y yo solo llevaba uno.
Lo leyó delante de mí, se rió en muchas partes y en otros casos aprobaba con la cabeza. Cuando terminó de leerlo levantó la vista y me dijo seriamente.
- No me gustó, mañana traeme todos los demás a ver si sirve algo.
************************
Escribo esto mientras imprimo historias restauradas de la papelera de reciclaje y me tomo unos mates mirando el vacío desde mi balcón.
Sé que hay una enseñanza en todo esto pero debo tener los ojos muy cerrados.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 24.10.06
jueves, 19 de octubre de 2006
CONSEJOS PARA VIAJEROS
- Sepa que el café va a estar frío y el jugo caliente
- Es muy probable que derrame café sobre su ropa de viaje, esa mancha lo perseguirá.
- Viaje siempre abrigado de más porque pesa menos el bolso y además no pasará frío.
- Viaje con una gorra o sombrero o pañuelo para cubrirse los ojos de la luz y poder dormir
- Elija siempre un asiento en la mitad del colectivo en la fila que está detrás del chofer, en el piso de abajo y de lado el pasillo, son las butacas más seguras.
- Compruebe antes de cerrar la puerta del baño que la cerradura funciona correctamente.
- No maltrate a los valijeros, déjeles 50 centavos de propina, es como pelearse con un médico que lo está por operar.
- No acepte cambio de asientos de ninguna persona, no juegue con su destino.
- No hay una excelente butaca para ver la película, pero si hay muy malas.
- No crea que por la cara de las azafatas podrá deducir si el vuelo está en peligro, son azafatas no pilotos.
- Nunca tome alcohol de más simplemente porque es gratis, este consejo se aplica a todos los sitios.
- Las personas que se sientan a nuestro lado suelen ser maravillosas hasta que tocan tierra y desaparecen para siempre dejando un teléfono o un mail al que no responden, no se fíe, ni crea que encontró a alguien fabuloso.
- El tren siempre va a tardar una hora más
- Los guardias de los trenes NO SON personas tristes y horribles.
- No espere que sea rico algo dulce que le vendan en un tren.
- Los sánguches de milanesas jamás se abren para comprobar nada.
- No robe “recuerdos” del avión delante de gente que viaja todo el tiempo, lo mirarán con ternura.
- No guarde nunca el pasaje en la billetera
- Deje algo particular en un bolsillo externo de sus bolsos para poder probar que es suyo ante cualquier problema
- Usted preste atención a las indicaciones sobre la seguridad que graciosamente explican las azafatas en inglés y en castellano aunque los viajeros frecuentes no le lleven el apunte.
- Sáquese el abrigo y úselo como frazada si quiere dormir, la diferencia es notable.
- Viaje siempre con un poco de hambre.
- No apague jamás su celular, póngalo en vibrador. Salvo en los vuelos.
- No se enamore en los viajes, están para eso.
- Enrédese el bolso de mano antes de intentar dormir.
- No se saque los zapatos.
- Deje en su casa la mitad de la ropa que desea llevar en la valija.
- Sepa que siempre le queda la posibilidad de comprar algún regalito olvidado en las terminales, estaciones o aeropuertos a último momento.
- Divida el dinero que lleva en dos o tres lugares.
- Tome taxis o remises de empresas que tengan oficinas a la vista.
- Elija un asiento lo más atrás posible en los aviones para evitar que el ala le amargue la visión del viaje.
- No se considere una persona carismática solo por haber logrado conversar con los choferes y que lo hayan dejado fumar, lo hacen con todos.
- Aunque Turista sea más barato que Primera en los trenes de Argentina, son preferibles porque se puede dormir a lo largo si no hay acompañantes, algo que suele pasar.
- Lleve agua en el bolso de mano y una lapicera.
- Siempre compre pilas antes de viajar.
A los que tengan obervaciones o consejos que yo haya olvidado o desconozca, los invito a escribirlos en los comentarios antes de las próximas vacaciones.
Besos a todos.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 19.10.06
viernes, 13 de octubre de 2006
NO LLAMAR JAMÁS
Volví a mi casa, de camino gasté casi todo el dinero en agua mineral, galletitas, chocolates, y un atado de cigarrillos. Dejé de fumar pero compro igual que cuando fumaba aunque ahora no los abro, tengo casi cien paquetes sin abrir y cada día lamento ese dinero perdido, cuando ya no compre más y deje de malgastar esa plata, seré definitivamente una ex fumadora. Lo bauticé el Método Gatubellita, pueden usarlo.
De cuero marrón, gastada y sin fotos, la billetera pertenecía sin dudas a un hombre.
La dejé sobre la alfombra y mientras me bañaba pensaba si debía llamar a ese número o quedarme con la duda para siempre y perderme una posible anécdota.
La curiosidad mató al gato una vez más.
El problema era que no sabía el nombre del dueño de la billetera como para dar alguna explicación si me preguntaban.
Por lo tanto estuve dudando hasta que se hicieron las nueve de la noche (hora en la cual uno siempre toma decisiones equivocadas) agarré el teléfono, me tiré en la alfombra y disqué el número prohibido en lugar de seguir pensando.
Sonó dos o tres veces hasta que atendió una mujer con voz distraída.
- Hola
- Hola
- ¿Quién habla?
- Bueno… - casi le digo la verdad - sé que a este teléfono no debo llamar jamás, sin embargo esta noche lluviosa he sentido la necesidad de hacerlo.
- … - silencio del otro lado -
- No quisiera que me cortes, ni que me trates mal… solamente quiero que me recuerdes una cosa: ¿Por qué no se debe llamar jamás a este número?
La mujer hizo unos largos segundos de silencio pero se notaba que continuaba oyendo del otro lado de la línea, luego suspiró profundamente y se dispuso a responderme.
- Mirá, nena, mi vida ya no es la misma, me junté, tengo una hija, y ya no trabajo más de esto, pero bueno, te lo hago bajito porque la beba está durmiendo, no te cobro, y como le vengo diciendo a todo el mundo te lo digo a vos también: No me llames más y anotatelo en algún lado así no te olvidás lo pajera y pelotuda que sos.
Acto seguido comenzó a gemir durante casi cinco minutos hasta que cortó.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 13.10.06
lunes, 9 de octubre de 2006
MISTER BOLAS
Llegamos cerca de las dos y media de la mañana y ya en el taxi empezó la función. Caro (que es una compañera de francés relajadísima y despegada) empezó a decirme en francés que le quería succionar el pene al chofer. El tipo lo único que entendió (si es que prestó atención) fue la palabra fellatio, porque así lo dijo ella claramente para que el tipo levantara la oreja.
Desde ese momento y hasta la vuelta solo hablamos en francés.
Mister Bolas se acercó “atraído por el acento” según dijo en su penoso inglés, puso sus tres celulares en la barra junto a nosotras, el llavero con el logo de la marca de su auto, y con gestos aporteñados y de cancha pidió cervezas para él y para nosotras sin que nosotras dijéramos nada.
- ¿We are from?
- Paris – dijo Caro, pese a que yo quería decir que éramos de Montpellier
- I´m from Hollywood… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
- ...
- ¡De Palermo Hollywood! – se estuvo riendo como dos minutos de eso.
Se instaló junto a nosotras, no se iba ni con todo pago a Ibiza y era más egocéntrico que Mirtha Legrand. Enseguida se puso a hablar de que a él lo conocía todo el mundo porque siempre andaba en la noche y que conocía Brasil, pero que tenía una deuda pendiente con Europa (lo siento por Europa).
De vez en cuando saludaba a alguien de otras mesas y hacía algún comentario:
“Esta noche me como dos franchutas”
“Estas van a conocer la verdadera torre Eiffel”
“¿Sabrán hacer la media francesa? ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!”
Los amigos desde las otras mesas le festejaban todo y nosotras estábamos esperando el momento de dar el golpe.
Caro y yo respondíamos todo en francés y le decíamos una aberración tras otra pero con una sonrisa. El tipo no entendía nada pero se reía, tomaba, y hablaba de él.
Cambió otros cien pesos y empezó el juego final donde trató de invitarnos a su casa en inglés.
Para ese entonces ya estaba completamente borracho y decía que se llamaba “Mister Bolas” y se reía cada vez que lo decía.
Finalmente se cansó de buscarle la vuelta al idioma y se decidió por la lengua universal, o sea los besos que cortan camino y abren intimidades.
Se me abalanzó sin miramientos como para romperme la boca entonces lo paré con un perfecto acento porteño gritandolé:
- ¡Mister Bolas! – se quedó quieto y confundido, los amigos pararon la oreja al oír mi acento y pareció que el tiempo se detuvo, entonces me empecé a reír - ¿Por qué mierda te dicen Mister Bolas?
Las carcajadas se esparcieron por todo el local empezando por los amigos, siguiendo por los chicos de la barra y finalmente por él mismo que lo tomó bastante bien.
Ya en castellano continuó con su levante pero tenía menos chance que la mala de la novela.
Cuando ya nos íbamos hizo su último intento para llevarnos y entonces nos preguntó de dónde éramos en verdad.
Caro sin mirarlo le gritó desde la puerta:
- Yo soy de Hollywood… de “Villa Crespo Hollywood”.
Y las risas se oían desde la vereda.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 9.10.06
martes, 3 de octubre de 2006
CORTES EN LA CARA
Algunos recordarán el caso porque salió en varios medios aunque ya había habido uno más grave en Córdoba y otro en la Provincia de Buenos Aires.
La esperaron en el baño, la agarraron entre tres y le cortaron la cara para siempre.
Las agresoras fueron expulsadas y nunca dijeron el motivo del ataque. Pese al revuelo que se armó no hubo una denuncia penal, ni tampoco los padres de la chica agredida aceptaron dinero de revistas o de la televisión para que contaran el caso.
El secreto a voces que algunos otros explicaron gratis a los periodistas fue que la habían agredido porque era linda y se había enamorado de ella un chico de cuarto año de apellido Guzmán.
Mi compañera estuvo en el hospital algunos días y a las pocas semanas la familia se mudó a Estados Unidos donde supe a través de cartas que le habían realizado varias cirugías.
Guzmán se sintió bastante culpable de la situación pero nunca se cansó de decir que él no había estado jamás enamorado de ella, y que ni siquiera la conocía.
De una de las tres agresoras supe tiempo después que estuvo detenida en el penal de Ezeiza por un asunto de drogas.
Ayer a la tardecita llegó a mi casa porque estaba de visita en Argentina y quería encontrarse con algunas amigas del pasado. Tenía otra cara, otro pelo, otro cuerpo, algunas imperceptibles cicatrices debajo del maquillaje pero era ella.
Hablamos de muchas cosas, de su vida en Estados Unidos, de su hijita de dos años, de la muerte de su padre, de mi cambiante vida, y al final, cuando ya parecía que no íbamos a tocar el tema me dijo algo que me dejó paralizada.
- ¿Sabés por qué me cortaron la cara esas pibas?
Supe que algo iba a pasar.
- ¿Por Guzmán?
Ella se puso a reír y las cicatrices se le notaron perfectamente.
- ¿Qué Guzmán? Si yo ni lo conocía…
- ¿Y entonces?
Se me acercó y me habló bajito pese a que estábamos solas.
- Me cortaron la cara porque mi viejo había mandado a matar a uno de los padres de las pibas.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 3.10.06
sábado, 30 de septiembre de 2006
RELOJ DE ARENA
Tarda un poquito más de dos minutos y veintinueve segundos en pasar toda la arena por su celoso embudo.
Desde un primer momento supe que ese tiempo no era casual, que en algo había pensado su creador a la hora de soplar esos vidrios, y que el tiempo de ese reloj estaba inspirado en algo muy preciso.
Lo difícil era saber qué había en el mundo que durara siempre un poco más de dos minutos y veintinueve segundos. Por lo tanto desde que el reloj llegó a mis manos paso mi vida realizando tareas y midiendo el tiempo con ese artefacto para ver si alguna coincide.
Hasta ahora nada tarda exactamente ese tiempo y sigo probando.
Ayer se lo conté a mi hermana y me dijo como al pasar: “En realidad está hecho para que dure cinco minutos, es universal, lo volvés a girar y transcurren otros 2 minutos y un poco mas de veintinueve segundos, lo que falta para completar los cinco es el tiempo que uno tarda en volver a girarlo.”
Obvio.
Desde entonces miro al reloj con cierta bronca y he dejado de buscar cosas que duren un poquito mas de dos minutos y veintinueve segundos.
Ahora busco cosas que duren cinco, no aprendo más.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 30.9.06
lunes, 25 de septiembre de 2006
LA MÁGICA Y MISTERIOSA VENUS
Los primeros días de exposición yo sentía la necesidad de explicar las fotos a las personas que se quedaban delante de las obras, pero con el correr de las jornadas me limité a simular ser una visitante más y oír lo que la gente decía de mis fotografías.
Un pareja mayor que a simple vista tenían un refinado gusto por las obras de buena calidad, seguramente hijos en el exterior y un departamento antiguo pero caro en la calle Juncal se quedaron durante varios minutos delante de “La Mágica y Misteriosa Venus” una de mis primeras fotos donde se ve a una mujer atravesada por una espada con un gesto de placer sexual infinito.
Yo me acerqué a los viejos y me puse también a observar la foto.
- ¿Ves? – le dijo el hombre a su mujer – este tipo de arte dentro de un año no sirve para nada, es efímero, es la consecuencia de la cosa mediática, explosiva, resultadista y apuntando a un público sin vuelo ni conocimientos. Es lo mismo que discutíamos el otro día con Mayer sobre las instalaciones y los cuadros de Magnetti o de Tonoumet, son la consecuencia del vaciamiento y la falta de educación artística.
La mujer me miró a los ojos con mucha ternura y su instinto de madre le fue dictando las palabras.
- Lo que pasa es que vos siempre fuiste un pelotudo, mi amor, un viejo pelotudo.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 25.9.06
jueves, 21 de septiembre de 2006
HOY EMPIEZA EL OTOÑO
Estoy sola en una vereda de Barcelona esperándote y fumando.
Tengo una carta que anoche te escribí junto al pasaje de Aerolíneas para dentro de cinco horas.
Todavía tengo que ir a lo Xixe a buscar la valija y no tengo ganas.
Todos los hombres se te parecen en esta esquina, me miran llorar y les doy miedo. Enciendo un cigarrillo con otro, arrugo el pasaje 38 F (atrás del ala, todavía lo guardo) arrugo el paquete vacío, arrugo mi cara y me destiño en maquillaje europeo para prostitutas viejas.
El otoño asoma detrás de la Sagrada Familia con la última canción del verano, que ahora es la marcha fúnebre de estos días.
Xixe me espera con una sonrisa y cree que yo lloro por tener que volver a la Argentina. Fumamos chocolate “para que el viaje sea más leve, y entiendas lo que ves a once mil metros de distancia” me dice mientras estaciona su peugeot en el aparcamiento del aeropuerto.
"Nos vemos el próximo verano en Argentina" pero nunca más volví a ver a Xixe porque su corazón le dijo basta luego de una raya de más en una navidad de menos.
Al hombre que esperaba en aquella esquina lo encontré seis años después, en otra esquina.
Recuerdo que le dije:
- Mirá que linda está Barcelona, que lindo estás vos, que linda estoy yo…que hermoso final de verano, soy tan feliz con vos, quisiera que nunca termine este día. – era invierno, yo era otra persona y estábamos en un bar gris de Buenos Aires.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 21.9.06
lunes, 18 de septiembre de 2006
SECRETARIA DE LA TELE
Desde que en este Blog solo se pueden dejar comentarios estando registrado a Blogspot me he ahorrado algunas momentos desagradables, pero sin embargo los sigo sufriendo en mi mail donde recibo varios por día ofreciéndome citas, contándome sus vidas o directamente insultándome.
Sin embargo hubo una serie de mails donde insisten en preguntarme si hace casi un mes yo fui secretaria de un programa televisivo que va a la medianoche.
La cosa fue así, Heidi, que ama las cámaras más que yo (EN SERIO) fue contactada para participar de un casting para ese programa, ella siempre va a los castings porque allí espera Dios y me pidió que la acompañe. Y como siempre ocurre en las historias de héroes desconocidos, la que “solo acompañaba” a la postulante es elegida unánimemente una vez más como parte del complot para que el sueño americano siga funcionando. Lo mismo ocurre con los que llegan a Gran Hermano u Operación Triunfo, o con esos famosísimos actores que dicen “yo solo acompañé a mi primo a una escuelita de teatro porque no se animaba a ir solo” o lo cantantes millonarios que dicen “yo quería ser veterinario pero me alguien me escuchó cantar por la calle y me hizo una prueba”
Es absolutamente necesario para el engranaje mundial que todos tengan una oportunidad pendiente contra todos los pronósticos. Aunque sea para mostrar las tetas y las piernas largas durante dos minutos entre planos generales y comentarios pelotudos de tipos progres con olor a viejo que se visten como dueños de discos y tienen juicios por alimentos, y la ex esposa lo llama al celular que reposa en la mesa de luz del telo mientras le tira la goma una pendeja de 21 que piensa que así mañana va a llegar a deslumbrar en la pantalla.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 18.9.06
miércoles, 13 de septiembre de 2006
martes, 12 de septiembre de 2006
TRES TIPOS DE BOLUDOS
Los que lo logran, y los que no.
Hago una pausa. Tengo tantas cosas por responder.
Benja en tres renglones.
Lleva un mes al frente de su puta empresa, me dejó un mensaje en el contestador “perdí casi cuatro palos”, el padre y el tío le dijeron que está bien, que es un negocio de riesgo, que el pasivo es solo un dato para que los contadores no se aburran pero que a la CORTA no cambia absolutamente en nada a la realidad de la empresa.
A la noche me llamó de nuevo para ofrecerme algo. Yo estaba mirando “Flores Rotas” comiendo dulce de leche del pote con las manos, descalza secando las uñas de los pies, subió con su llave, pero de arriba no tiene, entró y miró todo con nostalgia y se colgó en la tele.
- ¿Qué estás mirando?
- Casablanca
- Ah
Puse la pava.
- ¿No tenés whisky? (ahora toma whisky a toda hora)
- No, solo quedó ese licor. Tengo que hacer compras de bodega…
Ocho mates cada uno después
- Quiero que vengas a trabajar a mi empresa, tres lucas y media, cuatro horas, mano derecha mía…
- Bueno
- ¿En serio?
- Ja Ja Ja
- ¿De qué te reís, boluda?
¿Boluda?
- Te voy a decir algo que nadie te quiere decir, Benja
- ¿Qué no sirvo para los negocios?
- No... que sos gay, sos re gay, Benja.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 12.9.06
viernes, 8 de septiembre de 2006
sábado, 2 de septiembre de 2006
CONSEGUÍ TIEMPOS MODERNOS
Con Dulzura Gatubellita escrito el 2.9.06
jueves, 31 de agosto de 2006
ESCALERA A LA FAMA
Hace casi cuatro meses realizamos con Heidi una extensa y alcohólica sesión de fotos en mi casa muy divertidas porque ella tenía que presentar algunas para un casting medio low fi y yo me prendí también posando como una chica mala, que es lo que soy según mi horóscopo.
A las tres horas y media, después de haber dado vuelta mi placard y la valija que ella trajo, y después de habernos disfrazado muchas veces, habíamos bajado 659 fotos a la compu. Y las últimas fueron desnudísimas pero cuidadas (creí que nunca iba a poder decir eso Je! cui – da -das) bueno, lo cierto es que ayer tuve que limpiar mi computadora porque tenía 70 gb entre Mp3 y fotos, y me encontré con las pictures de aquella divertida sesión que a la postre no sirvieron para mucho porque Heidi no quedó en el casting o no las mandó porque le daba vergüenza. Enseguida pensé en Keyra y su repentina fama por mostrar el culo en Internet y antes de lanzarme al vacío cuelgo una de las más inocentes fotos que me sacó mi amiga cuando yo me estaba subiendo a la parte alta del placard para buscar más ropa. Y si mis instruídos lectores me la aprueban colgaré algunas más fuertes hasta llegar a mostrarme como el diablo me trajo al mundo, pero si me dicen “Gatu, dejate de joder con mostrar el culo por Internet, esas son cosas de pendejas putas y sin talento que no tienen otra cosa para llamar la atención. Deberías saberlo, ya estás grandecita para mancillar el honor de la familia, para qué carajo estás a punto de recibirte de profesora de francés, para qué carajo estudiaste tanto, para qué carajo hiciste dos años de diplomacia y fuiste una destacada alumna de intercambio con un colegio canadiense de donde volviste más loca de lo que te fuiste.” Bueno, si me dicen eso entonces volveré a la literatura y a la fotografía de objetos quietos y me mantendré vestida delante de los flashes, pero triste.
Un beso a todos.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 31.8.06
martes, 29 de agosto de 2006
NINGUNA PELOTUDA
Entramos detrás de él, tomadas de la mano (la pendeja resultó ser divertida y culta, y un poco puta, pero eso es mérito de los tiempos que corren y no de ella). Los miembros del consejo nos miraban con un descaro que daba gusto. Benja nos fue presentando de a uno.
Ahí empezamos a tomar champagne con la pendeja, y no paramos hasta las ocho de la mañana en la terraza de mi casa.
A mitad de la noche mientras Benja se peleaba a los gritos en la cocina con los del servicio de lunch por una pavada nosotras nos fuimos a fumar un poco de chocolate en el balcón y un rato después se nos acercaron dos hombres mayores (cerca de 70 años cada uno) que teóricamente respondían al padre de Benja y a poco de conversar de sexo y de reírnos los cuatro como locos nos ofrecieron mil doscientos pesos para las dos a cambio de cuatro horas completamente a disposición de ellos.
Yo en ese momento los hubiera besado gratis (y alguna cosa más) solo porque todo era muy absurdo y porque la verdad tenía ganas de abandonar el papel de partenere idiota que me había adjudicado Benja y que yo había aceptado antes de emborracharme y poder pensar, pero la pendeja se me adelantó y sin que se le mueva un pelo dijo claramente.
- Cinco mil las dos, bucal, vaginal, anal, con forro, nos pueden atar pero sin golpes.
Los viejos abrieron los ojos tanto que se les movieron las pelucas, luego se rieron un poco pero no se amedrentaron, ni les pareció demasiado, de todos modos comenzaron un pequeño intento de negociación y se notaba que estaban acostumbrados a hacer buenos negocios.
Sin embargo la pendeja se mantuvo firme, no bajaba ni diez pesos, fue entonces que los viejos redoblaron la apuesta de un modo muy jodido.
- Mil las dos o le contamos a Benja que se están ofreciendo de putas en su propia fiesta.
El chiste empezaba a ponerse medio violento y los viejitos tenían cara de hijos de puta.
La pendeja me miró seria, tomó la copa de champagne y se la tiró en la cara a uno de los dos y se puso a gritarle “¡Hijo de puta! ¿Te crees que soy una prostituta de mierda yo? en la propia fiesta de mi novio, sos un viejo desubicado”.
La gente nos rodeó de inmediato y Benja regresó de la cocina alertado por los gritos preguntando qué pasaba.
El padre de Benja intercedió con mucha celeridad (como si estuviera muy acostumbrado a los escándalos) nos llevó a la cocina, nos dio plata y cinco minutos después estábamos en un taxi las dos, camino a casa con tres botellas de champagne entre las piernas.
Nos fuimos a la terraza a esperar que amaneciera, muertas de risa y borrachas, hasta que en un momento la pendeja se puso de pie como podía y me dijo:
- ¿Sabés lo que pasa? Estoy harta de coger con cualquiera para que me respeten un poco
Me pareció la frase más impresionante de la semana.
-Tenés razón – le dije – no sos ninguna pelotuda.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 29.8.06
miércoles, 23 de agosto de 2006
LA PRESENTACION DEL NUEVO BENJA EN SOCIEDAD
Pero vamos por parte. Hoy le toca todavía a Benja y su transformación en mariposa.
El sábado Benja tenía su estúpida presentación en sociedad como gerente general o algo por el estilo de la empresa de su familia. Era un cóctel para empresarios y clientes con pescado crudo, champagne, vinos, bocaditos, helado, jamones serranos, tablas de quesos, y carnes varias acompañadas por las salsas que a uno se le antojasen.
Me llamó el miércoles (ya no vive en casa, se compró un espléndido piso de 221 metros cubiertos según relató hasta el hartazgo) y me dijo que tenía que dar una imagen ganadora y que por favor lo acompañara como si fuera su pareja a esta presentación.
Hasta ahí me pareció algo natural, sin embargo la conversación terminó de la siguiente manera:
- Vestite medio de puta, medio que todos te quieran coger.
Y cortó. Yo me quedé pensando mucho y hasta me planteé la posibilidad de arruinarle la fiesta, sin embargo Benja nunca me había jodido la vida por lo tanto decidí hacerle ese último favor y luego ponerlo en el freezer por unos meses hasta que se calmara.
Me vestí como me dijo, muy escotada, tacos aguja, peinado alto, pollera muy corta mostrando aquel portaligas del desfile que algunos se acordarán y que creí que este año no volvería a usar.
A las nueve en punto de la noche del sábado tocó el portero. Bajé apurada, lo saludé y en ese instante me enteré del total de su plan.
En el asiento de adelante de su nuevo coche había otra pendeja, media modelito y también vestida para calentar. Tardé algunos segundos en reaccionar.
Inmediatamente Benja nos presentó (le decían Minny a la nena) y nos contó el plan que tenía casi textualmente:
“Les pido por favor que finjan que vivimos los tres juntos y que yo me acuesto con la dos, si pueden en algún momento de la noche dense algún beso sutil o tómense de la mano, esta noche es muy importante para mí, y quiero hacer mi entrada triunfal con ustedes tomadas cada una de mis manos”
Con Dulzura Gatubellita escrito el 23.8.06
sábado, 12 de agosto de 2006
EL GERENTE DE LA FAMILIA
Parece ser que los tiempos cambiaron demasiado pronto por estos lugares y la bestia que tenía agazapada en el pecho le saltó por los ojos.
La oportunidad siempre estuvo latente y no ocurrió hasta este día en que él mismo dio el OK.
Entró como gerente de una conocida empresa de seguros. A ustedes les parecerá raro que alguien que no tiene trabajo de pronto consiga uno y encima de GERENTE bueno, la empresa es del padre y Benja es el único vástago varón. Debilidad del padre y de los tíos que tuvieron hijas, algo gordas según me dijo, pero muy trepadoras.
El padre le dijo siempre: “Ese puesto no lo puede tener una mujer porque se la comen cruda al segundo juicio” y a Benja siempre le gustó más tocar la guitarra y cantar. Hace unas canciones muy bonitas, nada más. Sin embargo todo este cambio en su vida que empezó con Mercedes echándolo de la casita que compartían, luego la mudanza a mi casa y finalmente la puesta en escena con las chicas el finde pasado que terminó con fellatios y manos por todas las sombras que se entregaban al placer de ser acariciadas en la oscuridad por cinco pares de manos, y entre ellas las de Benja que no volvió a ser el mismo. El Rey Benja. El Play Boy Benja. El desdichado de Benja.
A la mañana siguiente de la orgía ni siquiera fue hasta la empresa. Con la misma bata que tenía desde que había salido de la ducha y mientras tomaba café y comía las tostadas con mermelada que Heidi nos había preparado, agarró el celular, buscó en el directorio, nos sonrió y solo dijo las palabras mágicas que toda su familia habían esperado por tanto tiempo. “Quiero el puesto que me corresponde, prepárenme la oficina que da al río y quiero a Kandy y a Mora de secretarias y que echen a la mierda al pajero de Esperandío”
Cortó y continuó desayunando con una sonrisa.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 12.8.06
martes, 8 de agosto de 2006
PIJAMA PARTY
El domingo estábamos, Heidi, Romi, Carolina, una amiga de Carolina que conocimos ahí y que se llama Andrea, y yo. Faltó Mumu porque está peleada con Heidi y ninguna de las dos tiene razón.
Esto empezó porque en una época todas teníamos novios amigos entre sí que se juntaban a ver fútbol los domingos, por lo tanto nosotras nos empezamos a juntar también en la casa de alguna a hacer pijamas partys.
Luego los novios se fueron, o murieron, a algunos nos los intercambiamos, y finalmente quedó solo la costumbre de hacer estas reuniones sin recordar el origen.
Benja dijo que se iba a ir, pero no se fue, y las chicas estaban encantadas con él, y con su triste historia (la cual contó enseguida) sobre que su novia lo había echado de su casa porque ella no gozaba en las relaciones sexuales.
En un momento miré la situación con perspectiva y lo vi a Benja como un rey tirado en los colchones del suelo entre almohadones y rodeado de cinco mujeres casi desnudas (es que ya no usamos los pijamas de los 15, la amiga de Carolina y Heidi estaban en bombacha y corpiño, yo tenía un bobito azul que uso para dormir, Romi sí tenía un pijama infantil de invierno y Carolina un camisoncito transparente sin corpiño). Benja había ganado de pronto una seguridad que no le conocía, hablaba como una víctima aplomada y brindaba con cualquiera que dijera algo que él compartía. “Desde esta noche soy el nuevo Benja” me dijo al oído en un momento y luego me besó la frente.
Yo pensé en ese momento supe que no tenía idea de lo que podía pasarle.
Por primera vez en muchas reuniones el café se postergó indefinidamente y solo bebimos champagne al principio y licor de chocolate después. A las tres de la mañana una de las chicas se levantó, puso un disco de Miles Davis, y apagó la luz.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 8.8.06
viernes, 4 de agosto de 2006
MERCEDES NO GOZABA
La cosa es así Benja es un amigo mío de la secundaria que estaba conviviendo con Mercedes otra amiga del colegio. Eran una de esas parejas que salen desde que tienen quince años y mueren juntos a los 86 con diferencia de tres meses entre cada expiración final.
Iban camino de ser la pareja modelo entre tantos modelos de parejas que me circundan desde que llevo el carrito en el súper, pero algo pasó en el medio. MERCEDES NO GOZABA.
Casi me muero cuando Benja me lo dijo en tono confidencial y amargo la tarde que vino a casa con sus dos bolsos y la guitarra (porque Benja canta). “Me dijo que me fuera un tiempo, que quiere probar con otras personas para ver si es ella o soy yo” Y se puso a llorar, y sin lograr que dejara de llorar le armé una cama en el estudio donde tengo la compu.
Ya llamó a Merce cinco veces (creo que fueron más) y la mina le corta el rostro.
A la noche él cocina, y cocina muy bien, y luego hablamos de cama a cama hasta que alguno se duerme.
Ayer a la tarde se había ido a la casa de sus padres y yo salí desnuda y empapada a subir el calefón cuando Benja entró con su llave. Fue una situación muy tensa para él pero al mismo tiempo bastante divertida porque cuando me vio totalemente desnuda se quedó petrificado durante un par de segundos y luego se dio vuelta, eso me dio mucha risa.
Yo por otro lado me enteré que Mercedes tiene un amante desde hace un año y no sé cómo decírselo a Benja.
Para colmo, ayer en joda me dijo “vos me tendrías que enseñar a hacer el amor”.
Me parece que estas vacaciones cortas, van a ser largas.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 4.8.06
lunes, 31 de julio de 2006
WALTER
El sábado salí con un ex novio al que YO MISMA llamé en un claro ataque de pánico.
Me pasó a buscar en auto y fuimos al mismo lugar dónde nos conocimos.
Tomamos licor de whisky, únicamente, es caro pero pagaba él.
Cuando se hicieron las tres de la mañana comenzó a rondar la idea de terminar la noche en una misma cama. Él no lo quería decir abiertamente porque decía que yo todavía le daba miedo, al igual que todo aquel tiempo borrado.
La conversación fue girando poco a poco en torno al sexo y a “lo mucho que hace que no la paso como cuando estábamos juntos”.
Llegamos a su casa a ver unas fotos nuestras que él guardaba dónde yo tenía un corte de pelo MUY PARTICULAR y por el cual fui recordada mucho tiempo.
Se puso a abrir cajones hasta que las encontró.
Se nos veía felices y desconocedores absolutos de lo que luego ocurriría.
“¿Te acordás de este día?” me preguntó señalándome una foto particular en la que estábamos los dos abrazados apoyados en un auto blanco que luego se partió en mil pedazos contra un colectivo.
“No, no me acuerdo de nada” le dije.
Nos quedamos en silencio mirando la foto que había sacado Walter dos días antes de matarse.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 31.7.06
viernes, 28 de julio de 2006
lunes, 24 de julio de 2006
PROMESAS DE MUERTE
Romi empezó a tomar tequila y en un momento que volvió del baño nos dijo algo que en ese momento y por ninguna razón nos pareció muy creíble. “Lo voy a matar a Marcos”
Lo que siguió a esa frase fue una interminable conversación entre las tres y los nueve tequilas sobre la poca importancia de cualquier hombre teniendo en cuenta la cantidad que hay. Esta conversación fue interrumpida miles de veces por tipos que se acercaban a decir pelotudeces a los que uno a uno y sin excepción Romina fue rechazando tras besarlos en la boca y decirles que los odiaba.
Esos besos eran generalmente mal interpretados y los imbéciles se querían quedar, entonces tenía que mediar yo con mi habitual claridad para decir las cosas que hay que decir, y ponerles el cuerpo.
Heidi fue la primera en bajarse del taxi, quedamos Romi y yo. Cuando ella se bajó muy borracha y tardando mucho en acertarle a la cerradura de su edificio me recordó: “Acordate que lo voy a matar”
Esperamos con el taxista a que ella entrara y luego fuimos hasta mi depto. Estaba por pagarle cuando el tipo se da vuelta y me dice “Piba, no te cobro el viaje si me invitás a subir”
Ni lo pensé, le dije que si, guardé la plata en la cartera, me bajé, el tipo estacionó a gran velocidad, pero no la suficiente como para evitar que yo entrara y cerrara con llave. Se quedó golpeando la puerta del edificio y sus gritos se escuchaban desde el ascensor. “Hija de puta, sé dónde vivís, puta, puta de mierda”
Con Dulzura Gatubellita escrito el 24.7.06
sábado, 22 de julio de 2006
MENSAJE EN UNA BOTELLA
Ayer eran las tres y media de la mañana, yo estaba tirada en el sillón con pijama y pantuflas sosteniendo Anato 2 con la poca fuerza que me podía quedar a esa hora cuando “pin pirín pin pin pin piiiiiiin pirin piiiin” USTED TIENE UN MENSAJE. (quisiera que me tuteara y que sepa que si me vuelve a asustar lo meto en la licuadora).
“tas dormida?”
Juan Carlos, el tipo más lindo del 2005. Con un noviazgo de muebles comprados y ocho años de antigüedad.
Lo primero que pensé es que había terminado con la tremenda perra y se había acordado de la buena gente que una es.
Tres mensajes después de ida y vuelta (yo ya estaba cambiada, los últimos dos mensajes los escribí el baño) sonó el portero. Bajé porque si lo hacía subir iba a sospechar que estaba muy ansiosa. Aparte estaba cerrado y no le iba a tirar la llave por el balcón.
Fuimos a tomar unos tragos al mismo lugar dónde nos habíamos conocido durante el cumpleaños de un amigo común.
Tardó solo siete minutos en decirme que seguía de novio pero que como su novia estaba en la casa de sus padres en San Nicolás se acordó de mí para charlar un rato.
Eran las siete de la mañana cuando volví a abrir el libro de Anato 2 con la poca fuerza que me podía quedar a esa hora.
Con Dulzura Gatubellita escrito el 22.7.06